Sobre TAJO:

“Somos aficionados a la poesía. No somos profesionales. Que eso quede bien claro, pues una buena parte de nuestra crítica es potenciada desde esa perspectiva, desde esos campos abiertos que supone tal condición". (Roberto Bolaño)

miércoles, agosto 03, 2011

Para tener en cuenta: beat vía facebook

Prestado del blog de Carlos Gonzales Peón

En la carretera (El rollo mecanografiado original)" de Jack Kerouac

A continuación algunas [pero no las únicas] razones por las que me gusta esta novela.

PRIMERA RAZÓN

LO BEAT -que J. F. Ferré define en su blog como “un grupo desarrapado e insatisfecho de fanáticos del jazz y sectarios perseguidores de nuevas experiencias [...]. Una banda de agitadores anárquicos, aburridos del modo de vida americano, pero carentes de un proyecto sólido de transformación social”- está lejos de la pasividad y la preocupación exclusivamente estética de su equivalente moderno: las tribus urbanas; mientras unos derivan en movimientos socioculturales -léase hippie- los otros simplemente parecen servir de medio para cubrir la necesidad de pertenecer a algún grupo de estética afín. Pero esto ya está muy dicho y no explica porque lo Beat me gusta, a mí, a título personal. Pues bien, me gusta, básicamente, porque lo beat fue un movimiento de pocos pero lo suficientemente intenso para arrastrar a media humanidad (si se hubiese dejado). Algo como esto se echa de menos aunque yo sea muy vago y ese carro me guste más verlo pasar que subirme a él. Ahora se nos habla de Generación Nocilla, de Generación Mutante y -hace algunos años- de la Next Generation (por más que esto fuera un reclamo publicitario de cierta editorial) y otras vainas cuando es más de lo mismo: del mismo modo que la evolución de los movimientos culturales de los años cincuenta obtienen su réplica estética en el presente (leer “Qué fue lo hipster?” editado por Alpha Decay este mismo año para apreciar la magnitud del despropósito) así la revolución que supuso lo beat a nivel artístico hoy no es, a mi entender, poco más que un simple lavado de cara, un pobre disfraz: donde unos se visten con vaqueros desgarrados otros escriben novelas desestructuradas pero ninguna alcanza, ni por asomo, a emular la fuerza de aquellos cuatro locos. Personajes como Kerouac, Neal Cassady (musa entre las musas), William Burroughs, o Allen Ginsberg (entre otros muchos) ya no se ven; no quedan. Ya son pocos los que se arriesgan a ir contracorriente (aunque la idea que se tuviese entonces de los beats fuera la de vagos y maleantes) y de esos muchos menos los que dedican horas, días, semanas a no hacer otra cosa que escribir, que diseñar, con mayor o menor fortuna, un artefacto capaz de provocar un verdadero seísmo dentro del mundillo de las letras y no esas falsas ondulaciones de diciembre recordando lo mejor del año (triste consuelo para la sucesión ininterrumpida de basura que acumulamos).

La mitad de las veces me deja estupefacto el adocenamiento general de las nuevas generaciones que consideran una apuesta arriesgada escribir un libro con forma de revista o una colección de relatos a la que poder llamar novela. Ahora lo que se lleva es interrumpir la lectura, la escritura (¡el proceso creativo!) para dejar balizas de posición en Facebook o twitter, contándonos cuantas veces se han limpiado los mocos, qué buena la última canción de algún grupo marginal o que asistirán a tertulias literarias, presentación de libros, blogs, webs o foros: lo que sea con tal de no escribir. Los lectores, frente a esto, nos acomodamos (me incluyo) hasta rozar la imbecilidad y luego ponemos cara de sorpresa cuando nos damos de bruces con el resultado - tenemos lo que nos merecemos, por gilipollas-: que novelas malas (en mayúsculas) como la de Albert Espinosa se consagren, feria tras feria, como los más vendido y por ende lo más leído: lo que queremos para nosotros y nuestros hijos y nuestros perros y nuestras estanterías, que no pueden defenderse y tragan (las hacemos tragar) con toda esta morralla. Claro, ¿por qué íbamos a arriesgarnos a desgastar la materia gris de nuestras lindas cabecitas pudiendo conservarla cual sardina en salmuera con novelas vulgares como puedan ser la eterna repetición del esquema de intriga medieval (que si no muere de una vez –el género- vamos a tener que matarlo)? ¿Por qué arriesgar si así se está muy bien? ¿Quién quiere revelarse pudiendo colaborar en alguna revista literaria o abrir un blog de crítica colaboracionista? Pues por eso me gusta lo beat: porque es lo opuesto a la indiferencia, porque es (fue) la lucha (la de verdad, no las festivas recreaciones de hoy) por hacer –con alegría, desenfreno, convencimiento de hacer lo correcto- las cosas más grandes y mejores y sobre todo diferentes. Es tener los santos cojones de decir basta ya a tus libros y los de tus amigos y demostrar que estás a otro rollo y que ya verás tú cuando te den la razón, aunque estés cadáver, coño. Pues por eso, lo beat.

SEGUNDA RAZÓN

EL RITMO frenético de la trama. Corrijo: no es tanto el ritmo frenético lo que me seduce –ya que esto bien pudiera encontrarlo en alguna novela de John Grisman- como la hipnótica traslación de este movimiento perpetuo al que se somete Kerouac en su viaje al papel. Leer “On the road” y más concretamente el rollo mecanografiado original equivale a viajar con el escritor por esas carreteras y esos desiertos y esos paradisíacos infiernos mexicanos en los que Burrowghs escribía “Yonki” y hacerlo en condiciones muy similares a las suyas, ciego de drogas y alcohol, aunque sea figuradamante. Es el secreto (probablemente) de la mil veces mencionada prosa espontánea o "kickwriting" (habría que verlo esto, si es del todo verdad) que hizo posible que esta novela fuese escrita en un tiempo record.

TERCERA RAZÓN

LA LEYENDA, oh, la leyenda. La leyenda es eso que trasciende el propio libro. Es eso que le hace uno preocuparse por entender las razones que pueden llevar a escribir algo como “En la carretera”; es la necesidad de conocer más y mejor a los protagonistas. La leyenda en torno a la carretera es la razón de que quiera leer (releer en según qué casos) algunos libros (“Personajes secundarios: memoria beat” de Joyce Johnson, “Kerouac en la carretera. Sobre el rollo mecanografiado original y la generación beat” de Howard Cunnell, Penny Vlagopoulos, George Mouratidis, Joshua Kupetz; “El almuerzo desnudo” y/o “Yonki” de William S. Burroughs; “Aullido” de Gingsberg, etc), ver algunas películas (“Howl” de Rob Epstein y Jeffrey Friedman, un biopic sobre Allen Gingsberg con James Franco de protagonista; el documental “William S. Burroughs: A Man Within” (ambas estrenadas el año pasado) o la propia "On the road" que debería ver la luz este mismo año) o leer algunos comics (como el reciente “The beats” de HarveyPekar). Es necesitar entenderlo y disfrutar aun sin conseguirlo. Es, al menos para mí, entusiasmarme al reconocer el entusiasmo de los demás como exactamente lo mismo. Es saberse testigo tardío de un sueño hecho realidad. Lo beat me pone, que quieren que les diga, lo comparta o no.

CONCLUYO

Mi intención era hablar, ininterrumpidamente y durante un par de semanas, de todas y cada una de las obras incluidas entre los paréntesis del párrafo anterior pero yo soy mucho de buenas intenciones y pobres resultados. Esto se traduce en lo que ven. Una entrada suelta, abandonada, sin más compañía que ella misma, al menos de momento. Prometo en el futuro hacer lo posible por dotarla -al comentar la bibliografía afín- de mayor sentido tratando de explicarme cómo y porqué y ver si de alguna manera eso me otorga el don de la clarividencia y descubro entre la miríada de novedades del presenta año algo mínimamente parecido, un asomo de genio. Me da a mí que va a ser que no.

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Y ahora dos regalitos. El primero es el poster de la película que se estranará el año que viene y el segundo, más abajo, la versión enriquecida para iPad de la novela que acaba de lanzar la editorial Penguin Group y que pueden conseguir en la App Store por 10 eurillos de nada.


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